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Entrevista a Gabriela Ferrucci Montoya

«Para salir de una relación violenta es importante contar con una red de soporte, recibir ayuda psiquiátrica y ayuda psicológica. Como activista feminista, mi manera de hacer activismo es enseñando»

Publicado: 2021-02-25
Gabriela Ferrucci Montoya es bachiller en Humanidades con mención en Lingüística y Literatura Hispánica por la Pontificia Universidad Católica del Perú y magíster en Educación con mención en Dificultades de Aprendizaje por la misma casa de estudios. Desde el 2000 ejerce la docencia universitaria. Ha publicado No quiero ser una cifra (Melquíades, 2020) y ha participado en Reinventándonos. Los retos de la Covid-19 y la nueva normalidad (Mítin, 2020). Actualmente se desempeña como profesora en la Universidad del Pacífico y correctora de estilo independiente.

¿Cómo ha sido el proceso de edición de «No quiero ser una cifra»?
Yo tenía un editor amigo, Manuel Fernández, quien fue el que me dijo para hacer el libro y fue el contacto con Crisol. Nosotros éramos un equipo de tres amigos: el editor, Majo (que hizo las ilustraciones) y yo. Eso facilitó todo. Yo iba escribiendo y les enviaba a ellos los textos. Majo pensaba en alguna ilustración y Manuel revisaba el texto y lo editaba. La edición ha sido superempática, delicada y se hizo de manera independiente (sin intervención del sello editorial de Crisol). En todo momento Manuel mejoró el texto y la manera de comunicarlo, me leyó muy bien.
Tu libro echa por tierra la idea preconcebida de que solo una mujer «vulnerable» sufre violencia.

Lo primero que quise recalcar era que quién iba a pensar que una persona como yo, con mis características de edad, independencia económica, formación, etcétera, iba a poder sufrir violencia. Incluso cuando a mí me pasó (entre el 2003 y el 2010), en mi círculo de amistad, de estudio, de familia, era un tema que nadie había tocado. En ese momento me cuestioné qué había pasado conmigo, me preguntaba si era la única tonta que se dejaba.

Los estereotipos o perfiles de la mujer que padece violencia suelen causar culpa o daño. Me decía cómo a una persona que en todos los aspectos está un paso más adelante puede sucederle eso. Le puede suceder a cualquiera. El tema de la violencia contra la mujer es estructural: se ve en una relación padre-hija, relaciones profesionales, profesor-alumna, desde las perspectivas en que se toman las decisiones políticas…

¿Hubo un punto decisivo para decir «¡basta!»?
Sí, yo en el libro lo comento hacia el final. Fue algo pequeñito pero muy significativo. El hecho de poder darme cuenta que yo no era la peor mujer del mundo (como siempre X me lo hizo creer), que podía haber alguien que podía quererme, a quien podía gustarle. Fue como una lucecita. He tratado de ver si hay algo más, pero ha sido casi como despertar de un hechizo.
¿El anhelo por construir una familia tradicional pesó tanto para que te quedaras, a pesar de que eras una mujer autónoma?
Hasta ese momento quería tener esta vida que supuestamente era normal y soñada, encontrar al amor de mi vida y ser felices para siempre (incluidos hijos, matrimonio, etc.). Además pesaban las expectativas que he sentido siempre sobre mí no solo desde el punto de vista de una relación afectiva, sino como estudiante, como profesional. Gaby siempre ha sido perfecta, entonces… su relación de pareja también tenía que ser perfecta, no podía ser de otra manera. Pesaron las expectativas mías y las de los demás. La verdad es que nosotras nos damos cuenta que las cosas no están bien, que nos hacen daño, pero hay factores que nos hacen quedarnos. En el fondo sabemos que no estamos siendo felices, que no es lo correcto, que es violento.
No se suele tratar el tema de la violencia patrimonial o económica. Casi no hay referencias, salvo en los casos de las madres en situación de pobreza que no pueden subsistir sin el apoyo económico de su pareja.
En ese momento ni lo pensé. Me decía «yo tengo que hacer que esté feliz siempre». Si va a estar feliz porque le presto plata para que se compre algo o porque le comparto mi tarjeta de crédito, está bien. Después encontré que es bastante común que estos perversos no solo te chupen la vida, la autoestima, sino que también aprovechan la cuestión económica. De cuántas chicas he escuchado «me debe tanto». A veces ni siquiera son situaciones privilegiadas. La violencia de género está íntimamente ligada al tema económico. El hecho de robarte (finalmente es eso) es una forma de violencia y manipulación. Piensas que algún día va a cambiar y va a ser recíproco, pero justamente creo que una relación violenta tiene por característica no ser recíproca.
Otro tema que quería tratar es la salud mental. «Salud con lupa» publicó hace poco que «según un estudio del Banco Mundial publicado en 2018, solo existen 700 psiquiatras en ejercicio en todo el Perú, de los cuales más del 80% se encuentra en Lima y más de la mitad ejerce exclusivamente en el sector privado. Además, solo el 20% de los psiquiatras empleados por el Ministerio de Salud trabaja en hospitales […] La situación se agrava si tomamos en cuenta que ningún seguro privado cubre salud mental». ¿Qué aprendiste en esta etapa cuando tuviste acceso al psiquiatra y al psicólogo?
En ese momento yo era reacia a cualquier tipo de ayuda porque justamente vas a terapia y empiezas a descubrir que estás en una relación violenta. Obviamente yo no quería por nada del mundo que me separaran de él. Tenía problemas emocionales. No me gusta decir que yo he aprendido de esta situación porque no hubiera querido aprender así en todo caso. Para salir de una relación violenta es importante contar con una red de soporte, recibir ayuda psiquiátrica y ayuda psicológica. Si no es así, no sales: será eterno o hasta que te maten. Y están las consecuencias y las secuelas: por más que algunas mujeres hayamos sido diagnosticadas con depresión o trastornos de ansiedad, una relación violenta te provoca estrés postraumático. Necesitamos ayuda para que nuestros químicos en el cerebro vuelvan a regularizarse, necesitamos la calma y la tranquilidad para procesar lo que nos ha pasado y empezar a sentir que no ha sido nuestra culpa.
Cuando mencionaste que sin una red de apoyo y sin ayuda profesional «será eterno o hasta que te maten», ¿a qué te referías precisamente?
A que no saldrías de esa relación y se complicaría todo con un matrimonio, con un hijo. También puedes empezar a relacionarte con otras personas que no sean violentas, pero tú misma, sin proponértelo, puedes volverte la agresiva de la relación. Llega un momento en que empiezas a pensar que tiene que haber conflicto en una relación. Las primeras relaciones después no son fáciles y generalmente no son exitosas porque caes en el mismo patrón de nuevo o, al no haber procesado o sanado, terminas recriminándole como si fuera el anterior, el violento. Creo que es difícil que una mujer sola salga rápido y con menos cicatrices de esto.
¿Qué desaprendiste?

Varios años después, a la distancia, que el amor no lo resuelve todo, que no necesitas a otra persona como pareja para estar completa, para ser feliz. Que cualquier relación que tenga algo (por más chico que sea) que no te satisface, que no te hace feliz, no vale la pena. Tampoco tienes que sacrificar cómo eres. Otras cosas todavía no las he desaprendido del todo: sentirme segura de mí misma, sentir que merezco lo bueno que me pasa. Lo relacionado a la autoestima es en mi caso lo que demora más en sanar.

«Apuesto por un feminismo interseccional, transinclusivo, contextualizado. No luchamos para que haya más gerentes mujeres, ¡luchamos para que no nos maten! Falta politizar más el feminismo que tiene que ser antirracista, antihomofóbico, antitransfóbico»

La parte más política del libro es cuando abordas las denuncias. Tú no denuncias pero sí animas a denunciar...

Justamente porque no tengo pruebas, ha pasado mucho tiempo, sé lo terrible que es el proceso de denuncia para la víctima y porque lo he vivido con muchas chicas que conozco y que no conozco (al seguir algunos casos), no denuncio. La revictimización es terrible. Quizás si yo tuviera algo que mostrar, si esto hubiera pasado a partir del 2016 o 2015 (cuando empezó #NiUnaMenos), quizás sí lo hubiera hecho. Diez años después no tengo nada, a veces mis recuerdos son medio nublados. Y sí, tengo miedo de algún tipo de venganza.

No necesariamente animo las denuncias y eso es algo que he ido aprendiendo. El fin último de la denuncia es superbueno porque adviertes a otras mujeres («ojo con este que es un desgraciado»), lo que me parece muy importante. Sabemos cómo es la justicia en este país y sabemos cómo son las redes. Si alguien me pregunta «¿denuncio o no denuncio?», yo le explicaría todo lo que va a suceder si denuncia y, si aún así, está decidida y tiene una red de soporte (es importantísimo que las personas a tu alrededor estén contigo, te crean, no te dejen sola), adelante. Si no estás preparada para una batalla que probablemente pierdas, no. Si quieres hacerlo por un tema personal, que a nadie más le pase, por una manera de cierre, bienvenido el apoyo. Yo sí creo que debe haber esa libertad de escoger si se denuncia o no se denuncia. Y si no lo haces, también está bien. Y si lo haces después de un montón de años, también está bien. Y si no lo haces nunca, también está bien.

En una entrevista hace unos meses mencionaste que no hay justicia sin reparación. ¿Cuál es tu reparación? ¿Qué reparación obtenemos las mujeres en el Perú?
Ni tú, ni yo, ni ninguna mujer que se ha visto en esa situación ha sido reparada. La primera reparación es que el agresor pague. Que cumpla el castigo y que te pague la terapia, algo… Si no, no hay reparación. Nosotras hemos aprendido o hemos tenido que aprender a sanar nuestras heridas solas o entre nosotras. No hay una verdadera reparación, no la hemos conseguido.
Lo que se ve es una hermandad de amigos y colegas que forman un círculo de protección que ratifica su machismo.

No hemos visto nunca una disculpa sincera, un arrepentimiento sincero. Todas las disculpas públicas son calcadas: «Perdón si es que te hice daño…». Son disculpas que son una burla y son revictimizantes. Y efectivamente tienen espíritu de cuerpo y así actúan los machos. Ellos saben que tienen los privilegios y que no les va a pasar nada, por eso lo hacen.

Me interesa mucho el acoso de los profesores. Me pregunto por qué si saben lo que están haciendo, lo vuelven a hacer. Saben que los van a cubrir, nadie se atreve a decir nada. Las profesoras mujeres les dicen: «Tengan cuidado porque las chicas a esa edad son coquetas y los pueden meter en problemas», como si los sedujeran para que caigan en la tentación.

Los infantilizan.
Los animalizan también. Las universidades lo que hacen es botar al profesor de la universidad, pero hacen tratos para que el despido salga como renuncia u otro motivo. Y son contratados en otras universidades. O regresan cuando pasa el escándalo, que es lo que más les preocupa. Se ve esta omnipotencia y este espíritu de grupo para protegerse entre ellos. Pienso que la protección no es gratuita: tienen rabo de paja.
Lucia Solis es la primera editora de Género del Perú y se ha formado un equipo de asesoría legal en casos de violencia de género en instituciones de educación superior. Después de la ola de denuncias de violencia a la mujer en el Perú, ¿qué otras cosas positivas ves que han ocurrido?
Lo más importante es que las mujeres nos hemos dado cuenta que muchas de las actitudes y conductas que normalizábamos son formas de violencia. El tema de la violación dentro de la pareja o que seas la burla de tu pareja delante de sus amistades, por ejemplo. El mensaje es «dejemos de normalizar las diferentes formas de violencia». Es importante el hecho de que ya no te sientes sola porque no solo te pasa a ti. Que existan muchos espacios dónde recurrir, espacios feministas, terapéuticos, al alcance de las chicas más chicas. Hay mucha más información, se habla más. Y el problema de hablar más y de no quedarnos calladas es que el contraataque es más feroz. La reacción de los hombres frente a las denuncias es fuerte. Su mundo de machos con la mujer sumisa, callada, en su lugar, era totalmente favorable. Y les friega ver peligrar sus privilegios.
¿Basta que el hombre sea crítico, compasivo, un buen ser humano, o hace falta que se replantee su masculinidad?
Se necesita un formateo de cerebro de todas maneras. Es más profundo que no decirle nada a nadie en la calle. Hay que reformular el concepto de ser hombre, hace falta una nueva masculinidad. Y eso con los hombres adultos ya no se puede hacer mucho. No van a cambiar algo que les es cómodo. No les entra en la cabeza que sus actitudes y conductas sean violentas. Piensan que las mujeres están exagerando y que siempre ha sido así. Lo que tenemos que hacer es cambiar la educación.
¿Hacia dónde va el feminismo en el Perú?

Yo creo que ya no podemos hablar de feminismo, sino de feminismos. Incluso hay feminismos que no pueden luchar juntos. Por lo general son feminismos extranjeros, que se han traído de otros contextos (como el europeo). La realidad en el Perú y en Latinoamérica es muy diferente. Apuesto por un feminismo interseccional, transinclusivo, contextualizado. No luchamos para que haya más gerentes mujeres, luchamos para que haya menos mujeres pobres, ¡luchamos para que no nos maten! El feminismo no es una lucha independiente: tiene que ser antirracista, antihomofóbico, antitransfóbico, etc. Descubrir mi bisexualidad me ha servido para no ser tan corta de vista. He podido conocer realidades que antes no conocía y comprender muchas cosas. Y me ha ayudado a desarrollar más mi empatía y ampliar mi perspectiva.

Creo que lo básico es que se institucionalice el feminismo, que haya representación feminista en los espacios de toma de decisiones. Nosotras podemos hablar mucho y organizarnos pero si no estamos donde se plantean las leyes, no vamos a lograr verdaderos cambios. El feminismo es político, falta politizar más el feminismo. Hay candidates interesantes; sin embargo la comunidad LGTBIQ+, que es una lucha hermana, está trabajando más. Están Gahela Cari, Gabriela Salvador, Susel Paredes, Alberto de Belaunde. No comparto todas sus ideas, pero están ahí representándonos.

¿Te gustaría publicar otro libro?

Me gustaría seguir escribiendo. Como activista feminista, mi manera de hacer activismo es enseñando. Ahí puedo unir mis dos pasiones: la educación y el feminismo. Me gustaría publicar algo que no sea teórico, sino más didáctico. También me gustaría que No quiero ser una cifra se pueda convertir en un guion para un unipersonal. Tengo dos temas más: mi bisexualidad descubierta a bien avanzada edad y la menopausia desde la perspectiva feminista.


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Entrevista realizada el lunes 15 de febrero del 2021 por videollamada.


Escrito por

Ana Rodríguez

Lima, 1981


Publicado en

Los jueves

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